En realidad era simpatico, y se esmeró: no hallaba qué más hacer ni qué decir para agradar.
Cuando me dijo: “Estam bacanes os seus cabelos”, casi le digo, pero un diablito se sentó en mi hombro y me dijo, No, ¿para qué? Disfrutá el cumplido.
Sí, era simpático: el problema es que debía ser el hombre menos atractivo de todo el Brasil. Y ya cuando me dijo “Eu adoro os seus cabelos”, casi me cago de la risa. ¡Y me lo dijo un montón de veces! No puede ser, pensaba yo. Es que aunque me gustara, ya no podría hacer nada con este man, con esa fijación que tiene con mi pelo. Te imaginás, a la hora de la hora...
De esa cómica y desatinada noche, el pobre prójimo sólo sacó que yo le dejara rozarme la mejilla con la nariz por un segundo y yo... saqué una lección importantísima (note to self): Cuando salgas con un man que de veras te interesa, ¡no te pongás la cola postiza!
7.21.2006
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