8.03.2006

el galán tatuador

En las playas de Río pasan los vendedores. Experimentados, ya saben bien qué venderle a quién. Nosotras, como buenas turistas, compramos aretes hechos de pedazos de coco y unas mantillas con colores escandalosos para acostarnos en la arena. María se compró una salida de baño con un bordado hermoso. Yo me compré una botellita de bronceador que supuestamente era de coco, pero más bien olía a aceite de bebé (¡y qué pañal el que andaba yo puesto!) Y como todo el mundo, siempre que fuimos a la playa compramos agua, Skol, milho (elotes) y biscoitos (son como las rosquillas nicas, pero livianitas).
Me encanta escuchar los pregones. Mejor dicho, cuando los escucho me imagino estar en el lugar de mi viejo. Él disfrutaba de prestar atención a ese tipo de detalles. Me acuerdo que le gustaba escuchar un vendedor de periódicos que entonaba así: ¡La Preeeeeeeeensa-La PrensÁ-a!
El pregón más común que escucho aquí es Itália, ItÁlia!, con tremendo énfasis en la segunda Itália (es un sorbete). De vez en cuando algún pregón incorpora una estrategia de marketing: Itália, Itália! O mais barato da praia! Pero mi preferido hasta el momento fue, O camarão, camarão, camarão! Y con rrrrritmo ese camarão. Como si fuera un poema (Elogio al Rico y Delicioso Camarón) adaptado a la samba. Buenísimo.
Un día, la Mari y yo estábamos sentadas en la playa y un vendedor galán nos vino a saludar. Sin que me diera cuenta ya nos había besado la mano a cada una y nos charloteaba, de lo más simpático. Era un moreno joven, con el pelo en dreads y la piel azulosa, achicharrado de andar en el sol. Lo que vendía era una especie de tatuajes no-permanentes cuyos diseños llevaba en un álbum destartalado: maripositas, laureles, símbolos africanos, qué se yo. Conversa conversa y de pronto, el vivo me agarra el pié y hace el ademán de empezar a pintármelo con un palito. Yo lo retiré al instante y le digo, No, yo no quiero tatuaje, gracias.
No es tatuaje, me dice todo meloso, es un dibujo con carbón orgánico. Acto seguido me vuelve a agarrar el pié, y yo que lo vuelvo a retirar le digo, ya enojada: ¡Que no!
Se levantó el galán tatuador enojadísimo, y se fue recitando una retahíla que puntualizó con: ¡O Brasil não é uma terra de gente com mala onda!
Y ese fue nuestro segundo cara de pau.

2 comments:

Andy said...

y que era la gran cosa de dejar que un rasta con fetishismo (is that a wordd!?) con pies te de un dibujo?

lolafabiola said...

no era tanto el dibujo, era el atrevimiento de seguir agarrandome el pie cuando le dije que no! ni siquiera estaba guapo. ew! no means no, in any language... ;-)
miss you btw.