Todos tenemos un jardín de consuelo. El mío es una casa grande, casa de grandes ventanales, casa tibia, casa arreglada, casa limpia, casa. La casa de mi madre casi huérfana rodando de la casa de un tío a la casa de otro, a la casa del cura, a la casa donde iba a ser sirvienta, a la casa prestada de mi padre. La casa de mi abuela errante, mi abuela perdida en una vida que el destino le había negado y ella igual se robó queriéndose tragar los calendarios, la casa de mi abuela que dejó a mi madre huérfana y a sus otros cinco hijos huérfanos mientras ella se daba otro chance, otro chance en otra casa con otro hombre en otro país. La casa que mi abuela no halló, pobre vieja demente rodando abandonada aún hoy.
La casa que ellas anhelaban en su alma y que estuvo siempre vacía y sin color: esa casa es la casa que yo amueblo y revisto de mi amor todos los días, la casa donde vivo no importa donde viva, la casa de mi escasa cocina, de la risa de niñas adoradas que yo aguardo, casita de mis sueños revueltos con mis faltas, casita de mis pequeños logros y mis grandes anhelos. Ese es mi jardín de consuelo.
2.02.2007
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