1.31.2007

stupid cheese

Uno se defiende como puede. Después de algunos días de estar intensamente acompañada, me encontraba en batalla a muerte con mi soledad, tirada en el sofá leyendo ... Maxim.
¿Cómo acabo yo leyendo revistas para hombres? Talvez porque después de todo, es cuestión de hombres – quiero decir, la soledad: porque está la variedad de uno (la soledad llena de uno), y está la otra soledad, la de él (la soledad vacía de él). Tiene que haber algún lugar para decir que la primera variedad y yo nos llevamos muy bien (bueno, mejor que antes) y admitir que realmente es especial, la compañía de un hombre. “Él” no te acompaña igual que tus amigos, ni tus padres, ni tus hermanas, ni que tu trabajo ni tu perro ni el pastel de manzana ni el pescadito que no pudiste comprar aquel domingo inhumanamente frío.
Y así, pensando sin querer en “él”, me encuentro con el artículo “Maxim’s 50 Lamest Things of All Time” y lo encuentro (a él) en los siguientes items (con su correspondiente comentario sarcástico).
  • #50 Dogs in handbags. Wasn’t picking up their shit enough? If you need a pet you can carry everywhere, check out internal parasites.
  • #44 Men in helmets. Playing for the Packers? Jumping your bike over the Snake River? If not, let the wind whip through your frickin’ hair already.
  • #34 Pepper Jack. Stupid cheese!
  • #33 Dolphin swimmers. When these so-called second-smartest mammals evolve to the point that they can come up on the land, then we’ll hang with them. (It’s our turf or nothing, pseudo-fish).
  • # 15 Dream catchers. For people brave enough not to run into Mommy’s room when they have a nightmare but scared enough to require an eBay “Native American artifact” before they can sleep.
  • # 1 Mandals [Birkenstocks worn with socks]. Another crime against humanity courtesy of the Germans.
Y he de decir, con todo respeto, que he compartido épocas de mi vida con some lame motherfuckers! Hay que reírse, porque (seriamente) no importa lo especial que cada uno fue en su presencia: en su ausencia todos son iguales. Por eso vamos a llamarlo Equis; darle nombre de una vez, ya que tanto lo pienso.
Y en defensa de Equis (que no se puede defender porque no está), he de decir que sí, hay algo tonto en lo del perro en bolso, pero fui yo la que insistió. Y no fue idea mía ni de Equis, pero sí me gustó nadar con los delfines.
De lo demás, me lavo las manos. De hecho, voy a escribirle a Maxim con unas cositas más. ¿El osito de cuando era bebé ... todavía en la cama? ¿Jeans con la camisa por dentro, correa de vestir (de cuero) y ... zapatos tenis blancos? (Odio ese fucking look.) ¿Pelo largo después de los 30 años? Ese mínimo gesto efeminado con el cual critica a fulano efeminado. Y pasar felizmente por la vida creyéndose (como orgullosamente dice el anuncio de José Cuervo en Maxim) “expert appraiser of the female form” cuando él (Equis) tiene barriga, o piernitas de pollo, o usa ropa interior de abuelo, o usa una talla más grande de la debida o ... you name it.
Y más. Qué hay peor que la microfalda que la exnovia olvidó en casa en su última “visita” y que se supone que yo no veo (pero está ahí en el fondo del closet). El libro de recetas que otra dejó en la cocina, con la dedicatoria en letra cursiva por el día de San Valentín. Las tazas que no combinan: logotipos de equipos deportivos, de conferencias, de estampas de souvenir de cualquier ciudad, sin olvidar la taza con forma de bota navideña. Los discos de vinyl de artistas totalmente olvidables. Las horribles bufandas tejidas por Mamá. Las malditas heridas que dejó la ex (cualquiera que haya sido) y por la cual Equis – un hombre perfectamente (o, como este catálogo bien ilustra, imperfectamente) adorable – no cree más en el amor y por el cual hoy me encuentro escribiendo esta noche. Thanks. (Ya viene la carta para ella, bruja matailusiones).
Todo ese basural de estupideces y recuerdos que los otros arrastran, como yo a ellos.
Yo que últimamente estoy pensando en la vida de las cosas – y voy a escribir menos de mí y más de ellas – hoy me encuentro pensando en las cosas de otros y en cómo, talvez, los otros son (de alguna forma), cosas.

1.16.2007

fluff

Es cierto que a veces una rosa es una rosa es una rosa. Hace algún tiempo imaginé que la habitación de mis sueños debía recordarme el aire, debía ser un espacio en el cual olvidarme de todo lo que me ata a la tierra, donde poder soñar, descansar, levitar si mis sueños me llevaran a ello. Pensaba en plumas, en la espuma del mar, en dientes de león (dandelions) dispersos por el aire. En sauces blancos, que en inglés tienen un nombre más hermoso: pussywillows; árboles tristes con ramas que parecen patitas de gatos blancos y mimosos, relamiéndose. El invierno pasado encontré un pussywillow en miniatura y esa divinura botánica inundó de paz mi habitación con sus brotes-patitas blancas y me regaló, más o menos en marzo, una sorprendente primavera. Fotografié sus flores-nubes lo mejor que pude. Me extendí contemplando su suave destemplar. Cambió la estación, y tuve que despedirlo en una casa que se tragó el pasado. Solo que hoy iba por el supermercado, ávida como la proverbial hormiga llenando de víveres la carretilla, cuando me di la vuelta y lo vi. Sin más significado ni más filosofía: qué alivio sentí, qué suerte tuve. Está de vuelta en casa.

1.05.2007

gratitud 2007

La delicia y el perfume de mi vida

es el perfume de esas horas

en que encontré y retuve el placer

tal como lo deseaba.

La delicia y el perfume de mi vida,

para mí, que odié

los goces y los amores rutinarios.

—Konstantino Kavafis (Voluptuosidad, 1918)